YPF salió con los botines de punta. No es la primera vez que promete el oro y el moro, pero esta vez el contexto le juega a favor. Un gobierno que no la manotea como caja, un CEO con perfil técnico y de gestión (Horacio Marín viene de Tecpetrol, no de La Cámpora), y una hoja de ruta que por fin parece priorizar eficiencia y rentabilidad en lugar de clientelismo energético.
El anuncio desde Wall Street —no desde Casa Rosada ni una planta en Comodoro— no es casual: la petrolera busca seducir al capital, y sabe que para eso tiene que hablar su idioma. Promete US$30.000 millones en inversiones hasta 2030, se enfoca en Vaca Muerta (que es la joya real de la corona), reduce peso muerto de campos convencionales, y apunta a multiplicar exportaciones. En el Excel, todo cierra: un millón de barriles por día, exportaciones por US$10.000 millones anuales, EBITDA de US$11.000 millones con un crudo a US$70.
¿Y el mercado? Celebró. La acción subió, y aunque todavía arrastra un palo del 23% en lo que va del año, el target sigue rondando los US$47 según el consenso de analistas. Hoy está en US$32 y monedas. No es para salir a vender el auto y meter todo ahí, pero sí para mirarla con cariño si creés que la macro argentina se va a seguir ordenando.
Ahora bien, bajemos a tierra. Todo esto suena muy lindo, pero está lleno de “peros”.
Primero, el precio del crudo. Todo el plan es rentable hasta con un barril a US$45, dicen. Pero una cosa es que cierre el balance, y otra que seduzca a inversores. A US$70 el negocio vuela, a US$50 se arrastra. Y no todo depende de YPF: eso se define entre Medio Oriente, Rusia y una recesión en Estados Unidos.
Segundo, la política. Hoy Milei tiene viento a favor, pero YPF sigue siendo 51% estatal. Si el péndulo político vuelve —y en Argentina siempre vuelve—, los planes pueden ir al tacho. No sería la primera vez que se cambia de rumbo con cada elección. Eso sí: ahora al menos hay un management con cierto blindaje técnico y una hoja de ruta que no se improvisa en el bondi.
Tercero, infraestructura. Para sacar todo ese petróleo, se necesita caño, planta, puerto y acuerdos. YPF sola no puede. Y si no aparece el GNL con respaldo serio, lo del gas queda en promesa. Como dijo uno de los analistas, los recursos están, el problema es cómo los sacás y a quién se los vendés.
Entonces, ¿vale la pena apostar por YPF?
Sí, pero sabiendo que es una jugada de riesgo país, más que de petróleo. Si te cierra el “cuento” de Milei ordenando la economía, atrayendo inversiones y estabilizando reglas, YPF puede ser una jugada interesante. Si no te comés ese amague, mejor mirar desde afuera.
Como inversor, no te estás jugando sólo a un barril de shale. Te estás jugando a que Argentina —esta vez— no se dispare en el pie. ¿Te la jugás?
