Argentina: orden aparente que esconde otro desorden

Argentina está “mejor”. Esa es la frase que flota en el aire. El dólar se calma, la inflación baja, los bonos suben y el riesgo país, al menos, no explota. Pero entre tanta “mejora”, hay una pregunta que ningún gráfico responde: ¿estamos bien o simplemente dejó de doler?

Porque ojo: que algo duela menos no quiere decir que esté sano.
La economía argentina vive, una vez más, de un delicado equilibrio sostenido por expectativas, relato, y lo de siempre: renta financiera y parches.

En este informe te voy a mostrar lo que de verdad está pasando:

  • Por qué la inflación baja, pero no como creemos.
  • Cómo funciona (y en qué se puede romper) el famoso carry trade.
  • Qué pasa con los bonos, las acciones y las Obligaciones Negociables.
  • Y lo más importante: qué puede salir mal si no te cubrís a tiempo.

Esto no es un pronóstico. No vendo humo ni juego a ser gurú.
Es una mirada realista de lo que se ve desde adentro del mercado, sin chamuyo, sin tecnicismos vacíos y sin miedo a decir lo incómodo.

Inflación en Argentina: la verdad detrás del “buen dato”

En abril la inflación dio 2,8%. Un número que hace un año sonaba imposible.
Pero si uno se queda con el número, se come el cuento. Porque no es magia: es contexto. Y el contexto importa más que el dato.

Primero, lo obvio: el descenso de la inflación es real, pero no es lineal ni irreversible. Venimos de un 2024 devastador en términos de precios. No fue un “ajuste”, fue una licuadora a máxima potencia que aplastó ingresos, jubilaciones y consumo. La inflación bajó, sí. Pero porque ya nos quedamos sin aire, no porque entramos en una fase virtuosa.

Lo de abril fue una mezcla rara:

  • Salida del cepo con banda ancha (un 40% de margen de flotación).
  • Calma cambiaria relativa.
  • Tarjetas ya pagadas.
  • Y un dólar que, después del pico de marzo, se fue planchando.

El mercado se tranquilizó, y con eso los precios aflojaron.
Pero esto no es tendencia garantizada, es pausa momentánea. Una tregua, no una victoria.

Y ojo con otro error común: mirar la inflación pasada para decidir el futuro.
Si vas a invertir hoy, no te sirve saber que marzo dio 3,7% o abril 2,8%. Lo que importa es qué inflación vas a tener desde ahora en adelante. Porque si el tren ya pasó, no podés subirte al vagón de la inflación alta para justificar una inversión indexada.

Hoy, con consultoras proyectando que mayo puede cerrar cerca del 2%, y junio incluso por debajo (1,8% o menos), los bonos atados a inflación empiezan a perder sentido. La fiesta ya fue, y los que llegaron tarde se van a comer el postre frío.

La clave no es si la inflación baja.
La clave es cuánto más puede bajar y por cuánto tiempo. Y ahí es donde se mezclan otras variables: el dólar, el humor preelectoral y, sobre todo, la credibilidad de este nuevo experimento argentino de “estabilidad con cepo liberado”.

El dólar está tranquilo. Pero no está muerto.

El dólar es como ese tipo que sabés que en cualquier momento se levanta y arma bardo.
Puede estar callado, dormido, inofensivo… pero todos sabemos lo que es capaz de hacer si se despierta mal.

Hoy el dólar está calmo. Muy calmo.
Se mueve entre 1000 y 1100 con una parsimonia que, en Argentina, debería levantar sospechas. Algunos creen que eso es estabilidad. Para mí, es anestesia.

¿Qué lo mantiene planchado?

  • Flujo positivo de dólares por exportaciones (aunque acotado).
  • Entrada de capitales especulativos por el famoso carry trade.
  • Una política monetaria que paga tasas altas en pesos para absorber liquidez.
  • Y lo más importante: un mercado con miedo de que el BCRA intervenga fuerte si la cosa se desbanda.

Pero esto no dura para siempre.

¿Qué puede romper la calma?

  • Un shock externo (tipo suba de tasas en EE.UU. o quilombo regional).
  • Un error político antes de las elecciones.
  • O simplemente, el final de la tregua del mercado, cuando empiecen a dolarizarse carteras y se active la cobertura.

Porque seamos claros: los dólares no están entrando por confianza a largo plazo. Entran para hacer negocios cortos, rápidos y con la salida marcada. Y si la salida se complica, se puede armar lindo. Más si el dólar empieza a tocar la parte baja de la banda (1000), donde el gobierno suele intervenir comprando para evitar una sobreapreciación que espante exportadores.

¿Y el futuro del dólar?
Si todo sigue igual, puede mantenerse entre 1150-1200 por unos meses.
Pero nadie apuesta fuerte a que esto se sostenga después de septiembre. Todos están mirando las elecciones. Y en Argentina, las urnas no sólo eligen gobiernos: también mueven mercados.

Así que sí, el dólar está tranquilo.
Pero está esperando.
Y el que invierte en pesos sin cobertura creyendo que esto es Noruega, está jugando con fuego mojado en kerosene.

Inversiones: bonos, tasas y la trampa de lo “seguro en Argentina”

En este clima de inflación bajando y dólar planchado, muchos salen a cazar rendimientos. Y lo primero que les ofrecen —con moño, sonrisa y presentación de PowerPoint— son los bonos atados a inflación. Los famosos bonos CER.

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Y sí, suena lógico: si la inflación te come, comprás algo que te cubra.
El problema es que esa lógica llega tarde.

Hoy los bonos CER te protegen de una inflación que ya no está en 10 mensual. Estás comprando un seguro contra un incendio que ya se apagó. ¿Vale la pena pagar esa prima? No.
Salvo que creas que todo se va a prender fuego de nuevo. Y no parece el escenario base (todavía).

Entonces, ¿qué aparece como alternativa?
La vieja y subestimada renta fija en pesos.
Bonos a tasa fija. LECAPs, BONCAPs, lo que venga. Mientras la inflación siga bajando, estos bonos ganan en todos los frentes:

  • Pagan más que los CER (en términos reales).
  • Tienen menos volatilidad.
  • Y si el mercado sigue creyendo en la baja de precios, se valorizan aún más.

¿El truco? El plazo.
Cuanto más largo el bono, más tasa te fijás, más chances de ganarle al “recalculo” del mercado cuando la inflación siga bajando.
¿Riesgo? Obvio que hay. Nadie te garantiza que el escenario siga así.
Pero el combo actual —tasas reales positivas, inflación en retroceso, dólar estable— es el mejor momento para posicionarse en este tipo de instrumentos.

Ahora, si vos te vas a comprar un bono CER o un bono DLK (atado al dólar) hoy, estás pagando el miedo de hace tres meses. El mercado se mueve por expectativas futuras, no por traumas pasados.

Y en este contexto, donde hay bonos a tasa mensual efectiva del 2,4%, y se proyecta una inflación mensual del 1,8%, el margen es claro.

Entonces, ¿está todo resuelto?
No. Porque Argentina no es Suiza, y lo que hoy parece tasa fija, mañana puede ser tasa flotante con salvavidas de plomo.

Pero si hay una ventana para aprovechar, es esta.

Si te interesa saber mas sobre las tasas de los bonos mira www.bonitstas.com

El carry trade: rentabilidad fácil, riesgo escondido

Hoy en Argentina todo el mundo habla del carry trade. Hasta el mozo del bar te dice que está haciendo “un rulo con las letras de octubre y se vuelve al dólar en noviembre”. Y cuando eso pasa, ya sabés que el negocio está maduro.

¿Qué es el carry trade en criollo?
Simple: vendés dólares, te hacés de pesos, invertís en activos que pagan tasas altas (bonos, letras, cauciones, etc.), y después te volvés al dólar.
Si el tipo de cambio no se mueve mucho en ese lapso, ganás plata. Fácil.
Demasiado fácil.

Ahora bien, vamos al caso concreto:

Invertís $200.000 a un tipo de cambio de $1.120 (o sea, 179 dólares).
Comprás dos letras (octubre y noviembre) con tasas implícitas del 17%-20%.
Si el dólar no se mueve, o incluso baja un poco, te hacés entre un 15% y 30% de rentabilidad en dólares.

Suena hermoso. Pero es Argentina.

¿Dónde está el riesgo?

  • Elecciones.
    Nadie sabe qué puede pasar en octubre. Un mal resultado para el oficialismo puede despertar al dólar en segundos.
  • Volatilidad.
    Si el dólar se va a $1.300, toda la ganancia del carry se te esfuma.
    Si se va a $1.400, perdés guita.
  • Liquidez.
    Estás comprando activos en pesos que, en un contexto de corrida, pueden volverse papel mojado. No por default, sino por desarme masivo de carteras.
  • Timing.
    Si te quedás demasiado o salís tarde, podés comerte la devaluación justo en la salida.

Entonces, sí: el carry trade es negocio
Pero es un negocio de precisión quirúrgica, no de improvisación.
Tenés que cubrirte. Y para cubrirte, necesitás futuros, timing y nervios de acero.

Si le pegás, podés ganar 20-30% en dólares en cinco meses.
Si errás, perdés un 8-10% o más.

Por eso, cuando ves asesores recomendando este tipo de operaciones sin aclarar los riesgos, lo que están haciendo no es asesoramiento: es propaganda.

El carry trade no es “mágico”.
Es una apuesta. Una ruleta con la bolilla cargada.
Y el que te diga lo contrario, o no lo entiende… o te quiere vender algo.

En argentina la historia siempre se repite

Acciones Argentina: el sushi frío del tenedor libre financiero

El dólar está calmo. La inflación baja. Hay superávit. La macro da señales de orden.
Y sin embargo… YPF no sube. Pampa no sube. Los bancos apenas se mueven.

¿Qué pasa?

Lo que pasa es que el mercado argentino está como ese sushi medio seco que quedó en la bandeja del tenedor libre: te tienta, tiene buena pinta, pero sabés que puede estar rancio.
Y en Argentina, invertir en acciones es eso: un manjar potencial que, si está en mal estado, te deja tirado en el baño.

Durante años tuvimos una relación perversa con las acciones: subían cuando todo lo demás explotaba, bajaban cuando el país se estabilizaba.
Y ahora que hay algo de calma, el mercado no sabe para dónde ir. Y los flujos de inversión se están yendo a otro lado: a renta fija, al carry trade, al arbitraje de tasas.

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¿Por qué no suben las acciones?

  • Porque no hay drivers claros de crecimiento.
  • Porque el riesgo país sigue altísimo.
  • Porque el mundo mira a Argentina y no ve reformas estructurales claras.
  • Y porque en octubre hay elecciones. Y nadie invierte fuerte antes de saber quién va a gobernar.

La lógica especulativa se impone: “para qué me voy a arriesgar a una acción que puede subir 15% si tengo un bono que me rinde 20% sin volatilidad”.

Y eso hace que el equity argentino esté… freezado.
Y ojo, puede ser una gran oportunidad para el que apuesta largo, pero no ahora. Hoy, comprar acciones es como ir al sushi del tenedor libre sin saber cuánto hace que está ahí.

En ese mismo paralelismo gastronómico:

  • Las acciones son el sushi.
  • Los bonos a tasa fija son la pasta: simple, seguro, confiable.
  • Y el asado es el dólar: sabés que no te va a defraudar, pero tampoco esperes nada gourmet.

Moraleja: si querés rendimientos y previsibilidad en Argentina 2025, no te zambullas en el sashimi sin mirar la fecha de vencimiento.

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Obligaciones Negociables: la trampa disfrazada de oportunidad

Las ONs corporativas son como ese ofertón que te llega por WhatsApp: suenan buenísimas, pero si leés la letra chica, te das cuenta de que el riesgo no está en la tasa, sino en quién te está prometiendo pagarla.

En los últimos meses, con el mercado reordenándose, aparecieron ONs que te pagan 18%, 20%, 22% en dólares. Y claro, el que no entiende demasiado —o el que está desesperado por rendimiento— compra sin pensar.

Total, si una empresa privada emite deuda, es porque está sólida, ¿no?
No.

En Argentina, muchas empresas emiten ONs porque no tienen cómo financiarse de otro modo. Porque los bancos no les prestan, o porque necesitan cubrir vencimientos previos. No porque estén creciendo.
Y eso ya te debería hacer ruido.

Casos como Albanesi, que suspendió pagos de dividendos, son apenas la punta del iceberg. Hay muchas ONs dando vueltas con alta tasa y estructura frágil, que dependen de que no se complique el contexto… algo que, si mirás el calendario electoral, es más probable que no.

¿Cuál es el problema de fondo?

  • La mayoría de las ONs tienen liquidez muy baja. Entrás fácil, pero salís con sangre.
  • La tasa parece tentadora, pero no compensa el riesgo de iliquidez, default o reestructuración.
  • Y para peor, muchos asesores financieros las recomiendan no porque crean en ellas, sino porque tienen que venderlas.

Acá es donde hay que decirlo claro:
Mucho asesor está más cerca de Leonardo DiCaprio en “El Lobo de Wall Street” que de un tipo que te quiere cuidar el capital.

Te dicen: “15% libre de riesgo”.
Y vos te lo creés, porque querés creértelo. Pero no es libre de riesgo. Es puro riesgo maquillado con una tasa gorda.

Hoy, con bonos del Estado que pagan bien, que tienen mercado secundario activo y que se benefician de un entorno más previsible, meterse en ONs medio pelo es jugar a la ruleta rusa con cinco balas en el tambor.

Futuros y opciones: el chaleco antibalas del inversor argentino

Muchos te hablan del carry trade, de las LECAP, de los bonos que rinden 20% en dólares. Pocos te dicen lo más importante:
¿qué hacés si el dólar se despierta?

Y ahí es donde entran en juego los futuros y las opciones.
No como instrumentos especulativos, sino como herramientas de cobertura.
Porque en Argentina, no cubrirse es como andar en moto sin casco en la Panamericana. Puede que no pase nada. Hasta que pasa.

📌 ¿Cómo funciona la cobertura con futuros?

Simple:

  • Comprás una letra en pesos que te rinde lindo.
  • Paralelamente, comprás un contrato de dólar futuro con vencimiento similar al de la letra.
  • Si el dólar sube, perdés en la letra, pero ganás en el futuro.
  • Si el dólar no sube, ganás en la letra y pagás una tasa baja por el seguro (el futuro).

Hoy, con tasas implícitas en los futuros entre 18% y 23% anual, la cobertura no es cara. Sobre todo si estás proyectando una inflación que va a cerrar el año entre 22% y 27%.

Lo mismo con las opciones:

  • Una opción de compra (call) te da el derecho (no la obligación) a comprar dólares a un precio determinado.
  • Pagás una prima y te asegurás un techo al tipo de cambio.

¿Cuál usar? Depende del perfil, del monto y del timing.
Pero lo importante no es la herramienta, sino el concepto: protegerte.

Porque en este contexto, donde podés ganar 25% con el carry pero perder 30% si hay una corrida, no cubrirte es una irresponsabilidad.

Y eso es algo que muchos no te cuentan, porque no vende.
Porque cubrirse no da adrenalina, ni titulares, ni marketing.
Pero en un país donde todo puede cambiar en un fin de semana largo, tener un seguro no es cobardía: es estrategia.

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El inversor argentino: obsesión verde, memoria corta

Podés tener un plan económico decente.
Podés tener superávit.
Podés tener inflación en baja y el dólar dormido.
Pero si no entendés cómo piensa el inversor argentino, no entendés nada.

Porque en Argentina, la mayoría no invierte: se defiende.
No busca ganar plata. Busca no perderla. Y para eso, tiene un reflejo automático: el dólar.

El argentino medio mide todo en dólares:

  • ¿Cuánto vale su casa? En dólares.
  • ¿Cuánto ganó con la LECAP? “Y… en dólares hice un 4%.”
  • ¿Qué tan bien le fue con la cartera? “Depende a cuánto estaba el blue.”
    Hasta el asado del domingo termina cotizando a tipo de cambio paralelo.

Y esa lógica, que en parte es entendible por historia, también es peligrosa.
Porque te hace tomar malas decisiones.

“¿Invertiste en pesos?”
“¿Estás loco? ¿Y si sube el dólar?”
“Mejor me quedo en cash, total si pasa algo compro blue.”

Y mientras tanto, el tipo que vendió dólares, invirtió en pesos y se cubrió bien, ganó un 15% en dólares en cinco meses.
Pero no lo festeja, porque todavía le duele el recuerdo de 2018. O de 2001. O de… cualquier año, en realidad.

El inversor argentino tiene memoria selectiva:

  • Se acuerda del corralito, pero no de los que se salvaron con bonos.
  • Se acuerda de la devaluación, pero no de los que hicieron plata con tasa fija.
  • Se acuerda del dólar a $1.200, pero no de que estuvo 6 meses clavado ahí.

Y esa mentalidad es el principal freno a una estrategia de inversión inteligente.

Porque no es que falten instrumentos.
No es que falte información.
Falta cabeza. Falta confianza. Falta un marco donde la lógica venza al miedo.

Y hasta que eso no cambie, el argentino va a seguir ahorrando en dólares, invirtiendo poco y tarde, y desconfiando hasta de su propia sombra.

Perspectivas 2025: entre la ilusión del orden y la amenaza del rebote

El 2025 arrancó con calma. Eso es innegable.
Pero calma no es estabilidad.
Y en un país como Argentina, la calma muchas veces es el silencio antes de otro estallido.

¿Dónde estamos parados?

  • La inflación bajó, pero sigue alta para estándares normales.
  • El dólar está planchado, pero por flujos financieros, no por confianza estructural.
  • El superávit es real, pero sostenerlo implica ajuste y recesión.
  • El mercado está funcionando, pero vive al ritmo de la especulación.

El gobierno apuesta a una hoja de ruta:
✔ Superávit fiscal
✔ Tipo de cambio libre (con bandas)
✔ Acuerdo con el FMI
✔ Reforma monetaria gradual
✔ Potenciales medidas de dolarización funcional

Todo eso es interesante, necesario y hasta lógico.
Pero hay dos cosas que siguen haciendo ruido:

  1. La política: un escenario electoral incierto puede tirar todo por la borda en un trimestre.
  2. La economía real: si el ajuste no se traduce en mejora concreta, la calle te cobra factura.

Y ese es el punto más peligroso: cuando el orden macro no se convierte en alivio cotidiano.
Porque si la gente no siente que vive mejor, va a pedir cambios. Y si los cambios vienen sin planificación, otra vez todo lo ganado se esfuma.

¿Qué mirar en lo que queda del año?

  • Julio-agosto: probables meses de “planchar todo”. Dólar, precios, tasas.
  • Septiembre en adelante: modo electoral ON. Posible dolarización de carteras, cobertura, suba de tipo de cambio.
  • Post elecciones: bifurcación.
    • Si el oficialismo ratifica el rumbo, posible entrada fuerte de capitales y consolidación.
    • Si gana una oposición sin plan, riesgo de vuelta atrás, suba del dólar y vuelta del pánico.

Y todo esto con una pregunta de fondo:
¿Va a cambiar de verdad la forma en la que se invierte y se piensa el ahorro en Argentina?
Si la respuesta es no, lo que venga será pasajero.
Si la respuesta es sí, tal vez, por fin, empecemos a salir del loop eterno de corto plazo, oportunismo y miedo.

Para ir cerrando

Invertir en Argentina sigue siendo como cruzar un puente colgante con los ojos vendados.
Pero al menos ahora, hay una soga.
El que la usa, llega. El que se la juega sin red, puede terminar abajo.

La diferencia está en mirar el todo, pensar el contexto y saber cuándo cubrirse, cuándo esperar y cuándo decir que no.


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