El rally de los mercados es, hoy por hoy, el gran rompecabezas de la economía global. Mientras el SP500 y el Nasdaq rompen récords, el oro se dispara y Bitcoin sube más de un 600%, muchos miran el gráfico y no entienden nada. ¿Cómo puede ser que todo suba a la vez? ¿Qué lógica hay detrás de este boom generalizado? ¿Y cuánto puede durar?
en el rally de los mercados Todo sube… ¿y eso, no es un poco raro?
En otro momento, una guerra arancelaria como la que propone Trump hubiera desatado una corrección global. Pero hoy no. Hoy suben los índices, sube el oro, sube Bitcoin. El Dow Jones, rezagado, intenta sumarse. ¿Estamos ante una euforia sin sustento o el mercado ve algo que nosotros no?
Para colmo, los balances vienen sorprendiendo para bien. Empresas como Taiwan Semiconductors, Johnson & Johnson y hasta bancos como Wells Fargo mostraron números sólidos. Y los inversores institucionales están comprando. ¿Saben algo que nosotros no?
Oro, Bitcoin y acciones: una fiesta sincronizada
Desde enero de 2023:
- El oro subió un 80%.
- Bitcoin subió un 647%.
- El SP500 marcó nuevos máximos históricos.
Sí, todo eso en paralelo. ¿Explicación? Hay muchas posibles, pero ninguna definitiva. Lo que parece claro es que el dinero está en modo “rescate preventivo”: busca refugio en todas partes a la vez. Es como si los inversores, grandes y chicos, estuvieran convencidos de que algo va a pasar, pero no saben bien qué. Entonces se cubren por todos los frentes. Oro por si hay catástrofe. Bitcoin por si revientan los bancos centrales. Acciones tecnológicas por si el mundo sigue igual.
¿Es inflación reprimida? Puede ser: los precios están contenidos artificialmente, pero la presión está. ¿Es miedo? Sin duda, hay un factor psicológico de defensa. ¿Es exceso de liquidez? También: hay plata en el sistema que busca rentabilidad donde sea. En definitiva, el mercado está haciendo algo que parece contradictorio, pero que es profundamente humano: cuando no entiende qué pasa, se abraza a todo lo que le da alguna ilusión de seguridad.
Argentina: el trade electoral empieza a calentar motores
Mientras tanto, en el mercado local, las acciones y los bonos argentinos rebotan después de seis meses de caída libre. ¿El motivo? Simple y brutalmente lógico: las elecciones. Y no es solo porque se acerquen, sino por cómo se perfilan. Las encuestas —más allá de su fiabilidad— están mostrando un escenario impensado hace apenas un año: La Libertad Avanza aparece superando al peronismo incluso en su bastión, la provincia de Buenos Aires.
Esto es como mostrarle una linterna a un mercado que estuvo a oscuras mucho tiempo. La sola expectativa de un cambio de signo político, con promesas de reforma estructural y una narrativa promercado, reanima el apetito por activos argentinos. No porque de repente seamos Suiza, sino porque veníamos del infierno. Cualquier mejora, aunque sea incierta, se transforma en esperanza bursátil.
Los bonos, en especial los de más largo plazo, empiezan a ser vistos como apuestas asimétricas: riesgo altísimo, sí, pero con potenciales subas del 30-40% si el riesgo país se acomoda. Y si las encuestas siguen favoreciendo un giro político que el mercado lee como racionalidad macro, el efecto puede potenciarse aún más. Eso sí, el camino está lleno de minas. El que compre ahora lo hace con casco, no con sombrilla.
El riesgo país, que llegó a rozar los 800 puntos, puede caer si el clima electoral se consolida. Pero no se trata solo de una cuestión de encuestas o titulares: detrás hay flujos reales, grandes fondos que analizan si vale la pena volver a mirar a la Argentina. Si la narrativa de cambio se fortalece, esa prima de riesgo puede comprimirse y habilitar subas muy significativas, especialmente en bonos de largo plazo como el Global 2041 o el Bonar 2038.
Una baja del riesgo país a niveles más normales (digamos, 500 o incluso 400 puntos) podría disparar rendimientos del 30 al 50% en dólares. Pero claro, eso exige algo más que discursos. Requiere señales claras de gobernabilidad, estabilidad jurídica, cumplimiento de compromisos externos y –sobre todo– reformas reales que apunten a corregir los desequilibrios estructurales. ¿Está el mercado dispuesto a creer? Tal vez. Pero el margen de error es mínimo y la tolerancia al verso, nula.
¿Hay oportunidad? Sí. ¿Es riesgosa? También. Pero en términos de riesgo/recompensa, pocos trades globales ofrecen hoy una ecuación tan explosiva como la que puede darse si el riesgo argentino empieza a ceder por fundamentos y no solo por especulación electoral.
Tasas altas y deuda en pesos: una bomba de corto plazo
La transición de las Leliqs y Lebacs hacia Lecaps y Boncaps fue torpe. Improvisada. El timing fue desastroso: justo cuando se terminaban las retenciones, cuando el dólar arrancaba su suba estacional, el Gobierno decidió hacer cirugía financiera a cielo abierto.
El resultado: tasas altísimas en pesos, vencimientos acumulados antes de octubre, y un mini salto en la deuda del Tesoro.
Eso sí: el Gobierno priorizó la desinflación. Incluso si eso implica recesión. La estrategia es clara: llegar a las elecciones con el IPC lo más bajo posible, aunque se enfríe el consumo y caiga el crédito privado.
Estados Unidos: todos apuestan a la inteligencia artificial
Del otro lado del mundo, el optimismo se llama IA. Nvidia, Microsoft, Meta, Google… todas las grandes tecnológicas están metiendo fichas en la inteligencia artificial. Pero no es solo marketing o hype: es una apuesta estratégica. La IA no es un producto, es una plataforma. Y las empresas que la dominen, dominarán el flujo de datos, la infraestructura tecnológica y buena parte de la productividad del futuro.
El mercado lo celebra porque entiende que estamos en un momento bisagra, similar a lo que fue el nacimiento de internet o la revolución del smartphone. Nvidia, que alguna vez fue solo “una empresa de placas de video para gamers”, hoy es la principal fabricante de chips para entrenar modelos de lenguaje y sistemas de IA. Microsoft no se quedó atrás: su alianza con OpenAI fue un movimiento quirúrgico que la posicionó en el centro de esta transformación. Google, con Gemini, busca recuperar el terreno perdido, mientras Meta invierte a toda máquina en hardware, software y modelos propios.
Incluso Apple, que parecía dormida, empezó a mostrar cartas. Y aunque llega más lenta, nadie descarta que pegue el salto cuando todo esté más maduro, como hizo con los AirPods o el Apple Watch.
La narrativa es clara: si los próximos 10 años van a estar marcados por la inteligencia artificial, estas compañías quieren estar en la primera fila. Y los inversores lo saben. Por eso, el rally de las tecnológicas no es solo euforia: es, en gran parte, convicción de largo plazo.
Nvidia, por ejemplo, ya dejó de ser “una empresa que hace placas de video”. Es una locomotora de IA. Y su cotización lo refleja.
Pepsi: ¿piso técnico o trampa para minoristas?
Pepsi cayó más de un 30% desde sus máximos. Fue una sangría lenta, marcada por un proceso de distribución institucional iniciado allá por julio de 2021. Durante ese tiempo, la acción fue perdiendo tracción, arrastrada por la desaceleración en la demanda, márgenes presionados y una narrativa de estancamiento que los grandes fondos no perdonaron. Sin embargo, en las últimas semanas, rebotó desde un target institucional clave. Ese rebote no fue casual: coincidió con una zona técnica fuerte y mostró una vela con volumen, confirmando el interés renovado del dinero pesado.
La ruptura técnica y el gap alcista que dejó en gráficos de 1h y 4h no sólo sugieren acumulación, sino que podrían estar marcando un cambio de tendencia. Es un movimiento quirúrgico: primero liquidan a los rezagados, después limpian la zona con un falso rompimiento, y finalmente entran con fuerza dejando al minorista afuera. Ese gap no fue inocente: fue una trampa clásica para que el que viene siguiendo el papel no pueda subirse fácil. Pero el que tenga paciencia, y entienda el contexto, puede estar frente a una oportunidad de esas que el mercado da pocas veces por década.
Pepsi, aún sin glamour, sigue siendo un monstruo de dividendos, con marcas icónicas y poder de fijación de precios. Si confirma tendencia, el rebote puede ser más que técnico: puede ser el inicio de una etapa de recomposición del múltiplo.
Eso sí: los institucionales no perdonan. El que entró tarde, se quedó afuera. Pero para el que piensa en mediano plazo, Pepsi puede ofrecer una oportunidad sólida si confirma tendencia.
¿Y ahora qué?
El rally de los mercados puede durar… o no. Pero lo que sí está pasando es que el dinero está en movimiento. No es un flujo ordenado, sino una estampida con distintas direcciones: hacia la IA, hacia los bonos largos en Argentina, hacia el oro, hacia las cripto, hacia cualquier lugar que parezca más seguro o más rentable que quedarse parado. En otras palabras, no es que todo esté bien. Es que nadie quiere quedarse fuera si algo empieza a andar.
Esto no es racionalidad pura. Es una mezcla de optimismo defensivo, exceso de liquidez, euforia tecnológica y miedo latente. Y cuando todos los activos suben al mismo tiempo —riesgosos y defensivos por igual— la historia nos enseña que no siempre termina bien. Pero tampoco termina de la misma manera.
El dinero se está moviendo porque el mundo está en transición. Geopolítica incierta, políticas monetarias en revisión, ciclos electorales clave. Todo eso genera una búsqueda desesperada de posicionamiento. Y si bien en la superficie parece que “todo sube”, por debajo hay señales claras de que el mercado no está seguro de nada. Por eso compra todo. Y por eso, justamente, hay que mirar con más cuidado.
En Argentina, todo gira en torno al 7 de septiembre. Esa fecha se transformó en una suerte de previa electoral, el “partido de ida” antes del decisivo octubre. Los mercados la miran con atención quirúrgica, porque cualquier resultado contundente puede anticipar el desenlace nacional. No es sólo una elección provincial: es un termómetro político, un driver financiero y una señal para el capital global.
El resultado puede activar —o frenar— el llamado “trade electoral”. Si la victoria de La Libertad Avanza se confirma o se amplía, los bonos y las acciones podrían escalar con fuerza, porque se refuerza la expectativa de un cambio de régimen. Si en cambio el peronismo resiste con fuerza, el mercado puede tomarlo como señal de riesgo político renovado. No es ideología: es flujo de capital buscando predecibilidad.
Y mientras Argentina juega su propia partida, en EE.UU. el driver se llama inteligencia artificial. Ahí no hay urnas ni polarización: hay expectativa tecnológica y revolución industrial. La IA mantiene viva la esperanza de otro ciclo alcista, no por moda, sino porque está reconfigurando la economía real. Cada avance en modelos de lenguaje, cada aplicación productiva, es leído por el mercado como un nuevo motor de crecimiento global. La narrativa de la innovación aún sostiene buena parte del rally norteamericano.
Pero si todo sube al mismo tiempo, lo único seguro es esto: el mercado está exagerando algo.
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