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Actualizan el termómetro, pero el país sigue con fiebre, nuevo IPC ¿más real o más disfrazado?

¿Cómo se mide la inflación en 2025? El nuevo IPC de Lavagna bajo la lupa

El INDEC anunció cambios en la forma de medir la inflación. Marco Lavagna, el director del organismo, adelantó que se actualizará la canasta del IPC (Índice de Precios al Consumidor) para adaptarla a los hábitos de consumo actuales. En criollo: se suman cosas como Netflix y el celular, porque hoy forman parte del presupuesto de cualquier hogar.

Cambios en la metodología del IPC

La actualización busca modernizar un índice que ya venía dando señales de envejecimiento. Entre los cambios más relevantes:

  • Se incorpora el consumo digital: plataformas de streaming como Netflix y servicios digitales similares ahora serán parte del relevamiento.
  • Más peso para la telefonía móvil: un gasto cada vez más central en la economía familiar.

Lavagna aclaró que estos cambios no alterarán significativamente el índice. Habló de variaciones de apenas “0,1% o 0,2%” entre metodologías, aunque admitió que en algunos meses podría subir o bajar.

Contexto histórico y político

No se tocaba el IPC desde 2016. Lo había reformulado el gobierno de Mauricio Macri, después del apagón estadístico del kirchnerismo. Ahora lo actualiza un Lavagna que sigue en su cargo pese al cambio de gobierno: entró con Alberto Fernández, se mantuvo con Javier Milei. Un técnico sobreviviente.

Este intento de continuidad institucional es valorable, pero también plantea una pregunta incómoda: ¿hasta qué punto el IPC refleja la realidad?

Críticas y cuestionamientos

Algunos economistas vienen advirtiendo que el IPC actual está desfasado. ¿Por qué?

  • Productos obsoletos: se sigue incluyendo el diario impreso y el teléfono fijo, cuando ya no son parte del consumo real.
  • Subponderación de servicios clave: salud privada, educación, alquileres e internet tienen un peso muy inferior al que tienen en el bolsillo promedio.
  • Distorsiones evidentes: según datos del propio INDEC, los alquileres subieron un 240% y el servicio de internet casi un 100% desde 2024, pero su impacto en el índice es marginal.

Además, hay otra pista fuerte: los índices de inflación provinciales y los cálculos sindicales son sistemáticamente más altos que el nacional. ¿Casualidad? No parece.

Implicancias políticas y sociales

El IPC no es sólo un número técnico. Es una herramienta que define aumentos salariales, ajustes de jubilaciones, contratos y hasta bonos. Y más importante aún: es un termómetro de confianza.

Si la inflación oficial es menor a la que sentís en el súper, el resultado es simple: desconfianza. Si los aumentos no compensan lo que realmente sube, hay pérdida de poder adquisitivo. Y si eso se sostiene en el tiempo, se rompe el contrato social.

Por eso este cambio no es inocuo. Aunque te digan que es apenas técnico, tiene impacto real. Cambiar la forma de medir es cambiar la forma de contar lo que está pasando.

Una tendencia global (pero con límites locales)

Lavagna intenta enmarcar la reforma dentro de una “tendencia internacional” de actualización de métodos estadísticos. Tiene algo de razón. Pero esa justificación técnica no alcanza si no se corrigen las distorsiones más graves.

Podés sumarle Netflix, pero si seguís subestimando el alquiler, no estás midiendo la inflación real. Estás dibujando una realidad parcial.

Conclusión

Actualizar el IPC era necesario. Era hora. Pero todavía hay mucho por revisar. Mientras tanto, seguimos con un índice que intenta parecer moderno, pero que sigue sin reflejar del todo cómo vivimos, cuánto gastamos y qué tan caro se volvió sobrevivir en Argentina.

Y eso, tarde o temprano, se nota. En la calle, en el salario y en la bronca que no entra en ninguna estadística.

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