Elecciones en Argentina: Milei gano ¿ el fin del peronismo?

Argentina volvió a votar. Y aunque cada elección parece un punto de inflexión, esta vez el país realmente se asomó al espejo. Las elecciones en Argentina de 2025 no fueron solo una contienda legislativa: fueron un referéndum sobre un modelo de país. La sociedad eligió mantener el rumbo libertario de Javier Milei, aun después de un ajuste que partió los bolsillos y una inflación que todavía no da tregua.

Hay un mensaje detrás de ese voto: los argentinos, cansados de los mismos apellidos y del eterno círculo de promesas, prefirieron seguir apostando al riesgo antes que volver al pasado. Pero también hay una advertencia. Las urnas validan la continuidad, no la impunidad. Milei tiene por delante dos años decisivos, y el margen de error es mínimo.


mapa político tras las elecciones en Argentina

El resultado fue contundente: La Libertad Avanza obtuvo cerca del 41% de los votos y sumó 64 diputados nacionales. El peronismo, agrupado bajo el sello Fuerza Patria, se derrumbó al 34%, su peor marca histórica en elecciones legislativas.

Por primera vez en décadas, el Congreso quedó configurado sin que el peronismo tenga poder de veto. Milei no consiguió la mayoría absoluta, pero sí el control de un tercio del Parlamento, suficiente para impedir que sus decretos sean bloqueados. Es decir: puede seguir gobernando con más aire, pero no sin política.

El resultado reconfigura el tablero. El oficialismo libertario consolida presencia nacional, mientras el peronismo entra en terapia intensiva. No solo perdió bancas; perdió hegemonía simbólica. Hoy es más un reflejo de su pasado que una alternativa real de poder.

Y eso abre un debate que va más allá de los nombres: ¿estamos ante el fin de un ciclo político o frente a su mutación? Porque si algo demuestra la historia argentina es que el poder no se destruye: se recicla.

Elecciones en Argentina

El costo económico de las elecciones en Argentina

El triunfo de Milei no fue un cheque en blanco. Fue, más bien, una prórroga. Su gestión transitó los primeros dos años como una cirugía sin anestesia. Recortes masivos, licuadora salarial, eliminación de subsidios, y la promesa de un futuro con menos Estado y más libertad.

Los números son duros: el consumo privado cayó 30%, los salarios reales se hundieron más de 20%, y el 40% de los trabajadores sigue en la informalidad. Pero la inflación —que llegó a rozar el 250% anual— empieza a moderarse y ronda el 2% mensual.

Es la paradoja del mileísmo: el país se empobrece, pero parte del electorado aplaude. No por masoquismo, sino por esperanza. Los argentinos compraron la narrativa del sacrificio como camino a la estabilidad. Aceptaron perder hoy para ganar mañana. Pero ese “mañana” ya tiene fecha de vencimiento: 2026.

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Si para entonces los salarios no se recuperan y la economía no despega, el capital político que Milei consiguió con sangre y discurso se puede desintegrar igual de rápido que un billete de dos pesos.


Estados Unidos y su rol en las elecciones en Argentina

Las elecciones en Argentina también fueron observadas desde afuera. Washington no solo festejó la victoria libertaria: la financió. Donald Trump —reinstalado como figura central del bloque conservador global— otorgó un paquete financiero de 60.000 millones de dólares a Buenos Aires.

El préstamo funcionó como respirador. Permitió evitar un colapso cambiario, frenar la fuga de dólares y recomponer reservas. Pero la ayuda no fue desinteresada. Estados Unidos no apuesta por simpatía ideológica: apuesta por influencia.

El mensaje fue claro: América del Sur debe volver al eje occidental. En un mundo en donde China avanza con préstamos blandos y acuerdos de infraestructura, el salvavidas norteamericano busca reequilibrar la región.

El problema es que ese reequilibrio se paga con soberanía. El nuevo alineamiento deja poco espacio para la independencia económica o el margen de maniobra diplomático. La Casa Blanca quiere resultados: reformas laborales, tributarias y una apertura total a la inversión extranjera. Milei, encantado de ser el alumno aplicado, promete cumplir.

Pero en la historia argentina, toda dependencia —del FMI, de Washington o de Pekín— termina pasando factura.


China retrocede: un cambio geopolítico tras las elecciones

Hasta hace poco, Pekín era el principal socio comercial y financiero del país. A través de swaps, créditos e inversiones en energía, China había logrado un rol dominante. Pero el triunfo de Milei, y sobre todo el rescate estadounidense, marcan un cambio de época.

El gobierno argentino busca reducir la dependencia del yuan, revisar los acuerdos con las empresas chinas y abrir licitaciones a firmas norteamericanas. En el corto plazo, eso puede aliviar tensiones políticas con Washington. En el largo, podría significar un golpe para sectores estratégicos como la minería, el litio y las telecomunicaciones.

La apuesta es clara: romper con la lógica del “dragón salvador” para alinearse con el “tío Sam inversionista”. Pero el dilema sigue siendo el mismo: Argentina cambia de amo, no de modelo.

El desafío es que ese viraje no convierta al país en un peón dentro de una disputa global. Porque ni Estados Unidos ni China piensan en el bienestar argentino: piensan en sus propios intereses. Y entre potencias que juegan ajedrez, los peones suelen ser los primeros en caer.


Economía y reformas: el desafío de sostener la confianza

Con las elecciones ganadas y el Congreso parcialmente bajo control, el gobierno planea profundizar las reformas estructurales. Dos están en la mira: la reforma laboral —para flexibilizar el empleo y formalizar a parte del 42% de trabajadores informales— y la reforma tributaria, que promete bajar impuestos y ampliar la base recaudatoria.

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El FMI, que venía exigiendo mayor consenso político, celebró el resultado. El organismo quiere ver superávit sostenido, reservas en alza y crecimiento con estabilidad. Milei tiene ahora el respaldo internacional, pero también la responsabilidad de mostrar que su receta puede generar prosperidad real.

La economía muestra signos de rebote: tras una caída del PBI del 1,7% en 2024, se estima un crecimiento del 2% en 2025 impulsado por el agro, la energía y la minería. Pero el consumo interno sigue deprimido, y la desigualdad, disparada.

Los números mejoran en las planillas de Excel, pero no en la mesa del comedor. Y ahí está la frontera que decidirá el futuro político del proyecto libertario.


El peronismo después de las elecciones en Argentina

El peronismo atraviesa su peor crisis identitaria. Perdió el relato, la estructura y la calle. Su discurso se agotó en consignas. Axel Kicillof, principal referente, fue incapaz de retener a su electorado urbano y se refugia en el conurbano bonaerense, cada vez más empobrecido.

El progresismo local mira al espejo y no se reconoce. Ni la épica de los setenta ni la gestión de los dos mil sirven como bandera. En cambio, surgen nuevos actores: un centro liberal moderado, intendentes jóvenes y sectores sindicales que empiezan a aceptar parte del discurso mileísta.

El peronismo no murió, pero hiberna. Si sobrevive, será porque logre reinventarse sin negar la modernidad. Si no, pasará a la historia como un movimiento que no supo aggiornarse al siglo XXI.


FMI, deuda y el equilibrio social

La relación de Milei con el FMI es, por momentos, un matrimonio de conveniencia. El Fondo exige disciplina fiscal y consenso político; Milei promete ambas cosas, aunque su estilo sigue siendo personalista y disruptivo.

El verdadero riesgo no es económico, sino social. Argentina se estabiliza en los números, pero no en la vida cotidiana. La pobreza sigue por encima del 35%, los servicios públicos se degradan y el clima de frustración es palpable.

El “shock de confianza” que entusiasma a los mercados no se traduce en bienestar para el ciudadano común. Y ahí radica la gran pregunta: ¿puede una economía mejorar mientras su sociedad se empobrece moralmente?


América Latina observa las elecciones en Argentina

Las elecciones en Argentina no solo reconfiguran el tablero local: impactan en toda la región. Milei se convierte en referencia del bloque liberal que ya tiene eco en Uruguay, Paraguay y sectores de Chile y Brasil.

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Mientras tanto, los gobiernos de izquierda miran con cautela. Lula da Silva mantiene distancia, Gustavo Petro ironiza desde Twitter, y Chile evita pronunciarse. El continente vuelve a polarizarse entre dos modelos: el estatista agotado y el libertario en fase experimental.

Argentina, otra vez, se vuelve laboratorio político. Pero esta vez el experimento tiene alcance global.


El futuro argentino después de las elecciones

Milei ganó tiempo, no paz. Su plan depende de mantener el apoyo de Trump, la paciencia del FMI y la esperanza de los argentinos. Cualquier fisura —una recesión global, una crisis social o un error político— puede reactivar la desconfianza que siempre acecha.

El país camina sobre un filo: o logra estabilizar su economía y recuperar confianza, o volverá a caer en la espiral que ya conocemos.

El futuro no está escrito, pero una cosa está clara: la sociedad argentina votó por el cambio, no por la resignación. Y eso, en un país acostumbrado a tropezar con las mismas piedras, ya es un punto de partida.


Crónica del poder y el desencanto

Las elecciones en Argentina confirman que el país oscila entre dos pulsiones: la fe en el cambio y el miedo a perder lo poco que queda. No hay líderes eternos ni recetas mágicas. Hay pueblos que aprenden, a los golpes, que la libertad cuesta y que la política no perdona ingenuos.

Si el proyecto libertario logra estabilizar la macroeconomía y reconstruir la credibilidad institucional, Argentina puede salir de su laberinto histórico. Si se encierra en la soberbia y el show permanente, terminará siendo otro capítulo del eterno retorno argentino: la ilusión del cambio que termina en frustración.

La reconstrucción no depende solo del gobierno. Depende de una sociedad capaz de asumir que no hay red sin esfuerzo ni estabilidad sin memoria. Quizás, por primera vez en mucho tiempo, la historia nos dé la oportunidad de elegir madurar.

Y eso —crudo pero real— será el mayor acto de libertad.

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