Estamos ante señales de recesión en EE.UU ¿Advertencia real o falsa alarma?
Algo no está encajando del todo en la economía norteamericana. Las cifras no gritan “crisis”, pero los datos de fondo están enviando mensajes en código morse. La curva de rendimientos, ese indicador que pocos entienden pero que todos deberían mirar, lleva meses invertida. Y si hay algo que la historia económica nos enseñó, es que cuando esa curva se invierte, la recesión suele aparecer tarde o temprano.
Entonces, la pregunta no es si hay problemas, sino cuándo y cuánto van a pegar. A simple vista, todo parece bajo control: el empleo aguanta, las empresas ganan, el consumo sigue vivo. Pero hay grietas. Y esas grietas son las señales de recesión en EE.UU. que no conviene ignorar.
¿Qué es la curva de rendimientos y por qué importa?
La inversión: una señal de recesión en EE.UU. que el mercado no ignora
La curva de rendimientos compara los intereses que pagan los bonos a corto y largo plazo. En condiciones normales, a mayor plazo, mayor tasa. Pero cuando el mercado sospecha que se viene una baja de tasas (porque la economía se va a enfriar), esa curva se invierte. Eso significa que los bonos a corto plazo pagan más que los de largo plazo. Suena técnico, pero en palabras simples: es una alerta.
Cada recesión de las últimas décadas fue precedida por una inversión de la curva. No es magia, es estadística. ¿Es infalible? No. Pero pocas herramientas han sido tan consistentes.
Historia económica: cuando las señales de recesión en EE.UU. anticiparon lo peor
Desde los años 60 hasta hoy, cada vez que se invirtió la curva, hubo recesión. No fue inmediato, pero fue consistente. En 2001, tras el estallido de la burbuja puntocom, el mercado ya había anticipado el freno. En 2008, la crisis hipotecaria también estuvo precedida por una inversión clara de la curva. Y si vamos más atrás, incluso antes de la Gran Depresión del 30, el patrón se repite.
La correlación es fuerte, casi incómodamente precisa. Aunque el tiempo entre la inversión y la recesión puede variar —de seis a doce meses, a veces un poco más—, lo cierto es que rara vez este indicador se ha equivocado. Y cuando lo hizo, fue porque la política monetaria logró maniobrar con agilidad para evitar el golpe.
En otras palabras: cada vez que la curva se invierte, el riesgo de recesión no es una hipótesis, es una posibilidad concreta que hay que tomar en serio.
El presente: señales de recesión en EE.UU. que conviven con buenos números
Mercado laboral fuerte, pero ya no invulnerable
El desempleo sigue bajo y la creación de empleos se mantiene, lo cual es, en principio, una buena noticia. Sin embargo, si uno mira más de cerca, empieza a notar señales que no pueden pasarse por alto. En el último año, la tasa de crecimiento en la generación de nuevos puestos de trabajo se ha desacelerado gradualmente. Las contrataciones en sectores clave como tecnología, finanzas y construcción muestran signos de fatiga, y algunos informes mensuales han estado por debajo de las expectativas del mercado.
Además, ciertos indicadores de empleo, como el promedio de horas trabajadas por semana o la cantidad de personas que toman empleos a tiempo parcial por falta de opciones mejores, están empezando a enviar señales mixtas. En conjunto, estos datos no implican una crisis inminente, pero sí configuran un contexto más frágil del que sugieren los titulares optimistas.
No es para entrar en pánico, pero sí para levantar una ceja y mirar con lupa lo que viene.
Empresas con ganancias altas, por ahora
Los márgenes de beneficio siguen siendo sólidos. Las grandes corporaciones, sobre todo tecnológicas, están mostrando fortaleza en sus balances trimestrales y mantienen una ventaja competitiva en términos de eficiencia operativa y escala global. Sectores como el de la inteligencia artificial, el cloud computing y los semiconductores siguen atrayendo inversiones y sosteniendo valoraciones elevadas.
Sin embargo, este panorama no está exento de amenazas. Hay presión inflacionaria persistente en insumos clave, tensiones en las cadenas de suministro y riesgos regulatorios en aumento, especialmente para las big tech. A eso se suma la posibilidad de que los costos laborales y logísticos aumenten más rápido que los ingresos, lo cual podría empezar a erosionar esa rentabilidad. Varios analistas ya alertan sobre márgenes bajo presión si la demanda se enfría y los consumidores ajustan el gasto.
En definitiva, aunque los números aún sonríen, hay más incertidumbre en el aire de lo que parece a simple vista.
La paradoja: señales de recesión en EE.UU., pero sin recesión
Este es el nudo del problema. Todos los indicadores “duros” (crecimiento del PBI, empleo, consumo) muestran una economía que sigue latiendo. El PBI crece, aunque con menos fuerza. El desempleo está bajo. El consumo no se desploma. Todo parece funcionar. Pero debajo de esa superficie estable, hay otra historia.
Los indicadores “blandos” —las expectativas empresariales, el acceso al crédito, el humor del consumidor, y sí, la famosa curva de rendimientos— están dando otra versión de los hechos. Y no es optimista. Las condiciones para obtener préstamos se han endurecido. Las pequeñas empresas reportan menos optimismo. La confianza de los consumidores también cae, silenciosamente.
Este choque entre la narrativa “oficial” y las señales del mercado genera incertidumbre. El mercado puede estar equivocado. O puede estar adelantado. La historia sugiere lo segundo.
Es como ver el cielo cubierto, sentir el olor a lluvia, pero no ver caer ni una gota. ¿Está por llover o solo es una falsa alarma? La atmósfera está cargada, hay electricidad en el aire, pero falta la evidencia definitiva. Y eso es lo que vuelve esta situación tan incierta: el presentimiento colectivo de que algo se avecina, pero sin la confirmación empírica que dispare las alertas oficiales.
El problema es que, muchas veces, cuando finalmente cae la primera gota, ya es tarde para abrir el paraguas. El desafío está en anticiparse sin caer en el alarmismo. En leer los signos con frialdad y actuar con cabeza fría. Porque si bien la tormenta no llegó, los nubarrones están ahí, quietos pero amenazantes.?
Lo que viene: ¿2025 será el año de la recesión?
El reloj está corriendo. Si la historia se repite, entre mediados y fines de 2025 deberíamos ver un freno económico real. Eso implica una desaceleración del crecimiento, aumento del desempleo y una caída en la inversión. En ese escenario, la Reserva Federal se vería forzada a recortar las tasas de interés para evitar una contracción más profunda, aunque eso implique un giro abrupto respecto a su lucha contra la inflación.
El consumo, hasta ahora uno de los pilares de la resistencia económica, podría ceder si la confianza del consumidor se debilita por el aumento de la incertidumbre o por un deterioro del mercado laboral. Las empresas, por su parte, comenzarían a ajustar sus expectativas, recortando inversiones y posiblemente empleo. Todo depende de variables que cambian rápido: precios energéticos, tensiones geopolíticas, decisiones de política monetaria y, sobre todo, la psicología del mercado.
La combinación de estos factores puede activar una reacción en cadena que transforme una simple desaceleración en una recesión formal. La clave estará en leer las señales con precisión y reaccionar con agilidad.
Conclusión: ¿Hay señales de recesión en EE.UU.? Sí. ¿Habra recesión? Todavía no.
No hay que ser alarmistas, pero tampoco ingenuos. La economía está mandando mensajes, y algunos son difíciles de ignorar. La curva de rendimientos, como tantas veces en el pasado, ya habló con claridad. La historia la respalda, pero el presente la desafía. A diferencia de otras veces, esta vez la recesión no llegó en el plazo esperado, lo que obliga a repensar si estamos ante un nuevo paradigma económico o simplemente ante un retraso inusual. La duda persiste, y la tensión entre los indicadores clásicos y la realidad tangible mantiene al mercado en vilo.
Ahora falta ver si el mercado tiene razón o si esta es una de esas raras excepciones en las que el futuro se escribe con otra tinta. Mientras tanto, conviene estar atentos y preparados. Porque si algo enseña la historia económica, es que ignorar las señales suele salir caro.
Pero por las dudas, mejor tener el paraguas a mano.